martes, 30 de agosto de 2011

Ansiedad


Es muy cierto que los disgustos van para el cuerpo.


Mi último disgusto (del cual ya escribí sobre él), se estuvo “gestando” en mi cuerpo. Los síntomas me eran muy familiares, dolor en la boca del estomago. Parecía que me estuviesen tirando de él, “putos nervios”, esto duró unos días, o unas semanas, ya no recuerdo exactamente. Acompañado de un estado de mal humor, me enfadada por cualquier motivo, estaba insoportable, como digo yo, “gatuno”.


Busqué apoyo en mis ansiolíticos, pero los muy cabrones no me sirvieron de nada. Eso que llegué a doblar la dosis. Será que mi cuerpo está muy habituado a ellos y para conseguir el efecto que antes me proporcionaban igual necesito tomar el triple. Todas estas situaciones hicieron que acabase con una crisis de ansiedad de tres pares de cojo...


Ante este problema decidí acudir a una cita con mi nuevo médico de cabecera. Últimamente este parece el blog de las consultas médicas. Pero son los tiempos que me tocan vivir en estos instantes, y bien que me fastidia.


Por primera vez en mucho tiempo me encontré con puertas cerradas. Puertas que antes estaban ahí para ayudarme, ahora no se encontraban abiertas, con lo cual mi estado empeoró.


Sabía que me acordaría de ella y desgraciadamente así fue.

Mi admirada doctora Prado. Cuanto la eché de menos estos días, esa fue la primera puerta cerrada, ya que su sustituto no me sabe llevar como yo quisiera. No quiero decir que no lo intentase. Lo hizo pero el final no fue bueno. No se a lo mejor escapa a sus competencias.


La segunda puerta cerrada fue la del psiquiatra. Quien me iba a decir que echaría de menos al doctor Valero. Malos comienzos, pero buenos finales. Se fue y el que quedo en su lugar estaba de vacaciones. Que me parece “cojonudo” que vaya de vacaciones, pero por lo menos que dejen a alguien de suplente.


No fue este el caso y al hablar con la enfermera me derivaba al lunes para ir a hablar con la psicóloga. Menudo el panorama que “pintaba” para el fin de semana.


No estuve quieto, hablé con farmacéuticos y uno me dijo que probase con algo de medicina natural. Además me informé de formas de relajarse y encontré una buena que trata sobre la respiración, aprendí y sigo aprendiendo a respirar bien. Fui a un herbolario y compré valeriana, pasiflora, tilo y flor de naranjo. La valeriana y la pasiflora son en pastilla y el tilo y la flor de naranjo en infusiones.


Las tomé y al día siguiente la ansiedad empezó a dejarme un poco en paz. Todo esto acompañado de los ansiolíticos, claro esta, no iba a dejarlos así de pronto.


Ese fin de semana tuve tiempo y tranquilidad para analizar lo que me estaba pasando, y di con el “allien” que estaba escondido en una esquina de mi cerebro.


Por primera vez se como debo trabajar el problema. Se cual es el camino a seguir, pero no tengo las herramientas para trabajarlo y no se como debo andar el camino. Necesito ayuda profesional.


Al lunes siguiente fui a la consulta de salud mental y comprobé como sigue funcionado la “burrocracia” en esta país.


La enfermera me mandó ir para hablar con la psicóloga, pero esta al verme dijo con cara de prepotente que ella no podía atenderme sin que me derivase alguien. Solo somos números y yo tengo el mio. Mi número esta en esas dependencias desde el año 1992, ya llovió. Pero la “burrocracia” tiene su forma de funcionar.


En ese momento me enteré que estaba consultando el nuevo psiquiatra, al cual yo no conocía, pero la “eficiente” enfermera le habló de mi problema y él muy profesional decidió atenderme esa mañana.


Como tenía tiempo libre decidí ir ver si había venido mi psicóloga ya que también estuvo de vacaciones y tuve suerte ya que allí estaba. Ella si me entiende y sabe de mis problemas. Me atendió como siempre muy bien y me dicto las directrices que debía seguir.


Llego la hora y fui para la consulta, y al verlo vi que era joven, muy joven. Conforme avanzaba la entrevista me di cuenta que me gustaba su trato, su forma de atender a uno. Al final el diagnostico fue el siguiente.


Debo dejar los ansiolíticos y puso un buen ejemplo. En mi caso el usarlos es como el ponerse una parche encima de una herida, pero la herida sigue siempre ahí, no se cura, aunque no duela. Y me derivo a la psicóloga ya que eso es cosa de ella.


Actualmente estoy bajando los ansiolíticos. Pero los muy “perros” dan “mono” y con eso ando a pelearme, con el “puto” “mono”.


La cita con la psicóloga es para dentro de 1 mes. Espero saber llevarlo lo mejor posible. Pero me va a costar.


Dentro de la gravedad al final se atisba una salida, pero deseo que no vuelva a sufrir una crisis de ansiedad y de hacerlo que no lo haga en agostooooo¡¡¡.






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