jueves, 15 de septiembre de 2011

Laberinto


Sigo aquí, aunque tengo pasados tiempos mejores.


La pu... ansiedad me esta dando bastantes quebraderos de cabeza. La ansiedad junto con el maldito “mono”. Por veces sufro de escalofríos, los dedos de las manos me duelen, creo que es porque los cierro inconscientemente. Pero si estos síntomas son malos lo que más me desquicia es el dormir mal.


No duermo como y lo que yo quisiera. Me acuerdo de Morfeo y de su pu... madre, pero hay veces que ni así.


Rosario canta en su canción, “el destino creó un laberinto en tu mente”. Es ese laberinto lo que impide centrarme, lo que me impide ver y disfrutar de lo que tengo en mi vida.


Los problemas no hay que buscarlos, ya aparecen por si solos. Y si ya con todo lo que esta pasándome no fuese poco, pues nada, la burrocacia que me da más por al cu.. poniendo trabas.


Dice el refrán “ mal de muchos consuelo de tontos”, cierto, pero hay veces que ver el mal que lo están pasando algunas personas para darte cuenta de de que tus problemas se quedan en una minucia.


Ayer estando con trámites burrocráticos me encontré con una antigua compañera de piscina. Digo antigua porque hace mucho que no voy a nadar, es más, me di de baja esta semana porque no tengo tiempo para ir, y bien que me fastidia.


Al hablar con ella me contó que lo está pasando mal. Ella tiene como 3 o 4 años más que yo. Me dijo que tiene una enfermedad degenerativa, la cual la está dejando con poca movilidad. Me contó apenada que solo nada 1000 metros, y de no ser por su médico no hubiera vuelto a la piscina. La animé a que siga yendo y así nos despedimos.


Al salir de “pelearme” con la burrocracia (los cuales me dieron la razón, pero me siguen jo... ) me encontré con ella.


Hacía mucho que no la veía y me la encontré en al puerta de su piso. La vi bien físicamente, no así cuando le pregunté como estaba, ya que me respondió con un seco “bueno”. Yo le comenté que mi estado era el de un árbol caído, y en ese momento se vino “arriba”. Estaba esperando que le tirasen algo por la ventana, y de pronto lo vi a él.


Estaba sentado en las escaleras, era C. No lo había vuelto a ver desde aquel día en el hospital. Lo vi feliz y me alegré mucho cuando lo vi andar.


Le pregunté que había hecho con el tigre de peluche que le había regalado, me respondió que lo tenía en casa. Ella me dijo que había empezado en el colegio, y cuando le pregunté como lo llevaba, respondió diciendo que bien, menos en el recreo. Quedé desconcertado y le pregunté por qué en el recreo, ella respondió que no puede jugar con los otros niños, eso me había “descolocado”. Pero más lo hizo cuando le tiraron el esparadrapo por la ventana.


Le levantó el jersey y vi su pecho, estaba con tubos y ella le puso el esparadrapo para aguantárselos mejor.


Mi comportamiento fue bueno, no hice, ni dije nada, que pudiese causar mal estar. Fue cuando nos despedimos, cuando ella me animó diciéndome “levantate árbol caído”. Me volví con una sonrisa hacía ella y le respondí “ lo intentaré”.


Al llegar a casa reflexioné sobre lo que había visto, y me di cuenta de que esas gentes con la que estuve les sobran razones para estar mal. Sin embargo, aunque tengan “bajones”, que los tendrán, me animó el ver la positividad que hay en ellos.


Espero y deseo encontrar la salida de este laberinto que tengo en mi cabeza y centrarme en vivir mejor.








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